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GAFES EN BÉLGICA

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De momento, parece que los planetas se han alineado contra nosotros, porque el enorme retraso para despegar de Villanubla hacia Charleroi ya nos ha puesto un poquillo nerviosos y con más ganas si cabe de llegar y de disfrutar.

Cuando creíamos que todos los problemas se habían solucionado, el comandante informa de que hay problemas para aterrizar en Charleroi a causa de la niebla y, por lo tanto, se verá obligado a aterrizar en el aeropuerto de Lieja.

Comentamos en el avión que tal vez, despúes del largo retraso y puesto que nuestro destino era Bruselas capital, quizas Ryanair se comprometería a poner gratuitamente un autobús directamente a Bruselas dado que todos los pasajeros que teníamos ya billete de bus hacia Bruselas lo habíamos perdido por el retraso. La esperanza es lo último que se pierde…

Pero no fue así.

Efectivamente, como reza la Ley de Murphy, cuando algo puede salir mal, saldrá peor: nada más llegar al aeropuerto nos informan de que Ryanair se compromete a poner gratuitamente un autobús de conexión para trasladarse a Charleroi, ya que era el destino original del vuelo (al fin y al cabo nosotros habíamos pagado por un vuelo Valladolid-Charleroi).

Nos enteramos de que hasta las 6 de la mañana no salía ningun autobús desde Charleroi a Bruselas. El trayecto es de una hora, así que, en el mejor de los casos, no llegaríamos al hotel hasta las 7 ó 7 y media de la mañana, con lo cual, a parte de no dormir, noche de hotel perdida y no disfrutada, con el consiguiente cansancio para hacer cualquier cosa el sábado; vamos, ¡¡la ruina del finde!!

Así que al ver a la entrada del aeropuerto unos taxis-furgoneta se nos ocurre cogerlos inmediatamente porque, aunque caros (50 euros), pueden llevar a 6 personas hasta la capital. Son más de las 2 de la madrugada y el clima es frío y húmedo, con una niebla que se te mete en los huesos, así que no nos lo pensamos y nos decidimos a montar en taxis. Cogimos dos taxis, en tanto que el novio de Susana se encargaba de llevarla a ella, a Patricia y a David en su propio coche.

En nuestro taxi ibamos con Isabel y Fernando, y dos amigas más.

Ya montados, y algo más tranquilos, de nuevo tenemos la impresión de que las cosas se están torciendo más de lo normal pero, al menos, nos queda el consuelo de que, probabilísticamente no nos puede pasar nada más.

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El viaje transcurre tranquilo, en parte porque ibamos un poco dormidos, y más con esa extraña e hipnótica música francesa que el taxista llevaba puesta en la radio, y con la calefacción del vehículo a tope. A ratos nos reímos con los comentarios sobre la suerte del viaje y con el humor de Fernando comentando cómo el conductor se mete el dedo en la nariz para «sacar entradas para todos».

Pilar se dio cuenta de que sólo ibamos a 100 km/h y estuvimos comentando  que era muy raro, ya que todos los coches nos adelantaban. Creo que fue Isabel quien dijo que quizás los taxis tenían ese límite de velocidad.
Quizás la razón fue que, de repente, notamos una vibración bastante acusada en el taxi y un olor creciente a goma quemada.El apijotado taxista belga se dispone a cambiar la rueda ante atónita mirada de Fernando y de Isabel que no pueden creer lo que está sucediendo
El conductor comenta algo en francés que no entendemos, tras lo cual vemos que va frenando y dirigiéndose hasta la cuneta. Efectivamente, la rueda trasera derecha había reventado. No nos lo podíamos creer. Son las 2:35 de la madrugada.

Nos bajamos del coche y nos quedamos comentando lo sucedido entre ataques de risa nerviosa y caras de sorpresa mientras vemos pasar el taxi del otro grupo de amigos.

Tras la cadena de patéticos acontecimientos no podemos más que echarnos a reirLo más chocante de todo es que el conductor tardó más de 10 minutos en darse cuenta de que llevaba una rueda reventada y además, nos parecía tercermundista que a alguien se le pudiera reventar la rueda que, según creemos, debía estar más recauchutada que la bici de Bahamontes.

Por si fuera poco, el patético taxista metió la rueda en la parte de atrás del coche. Como el taxi era tipo ranchera y los asientos se comunicaban con el maletero, pasamos el resto del viaje con el tufillo a goma de neumático quemado…

Así quedó la rueda

Por fin llegamos a Bruselas mientras la ciudad duerme (serían las 4 de la mañana aproximadamente).

Ya vamos haciéndonos a la idea de que esa «noche» dormiremos muy poco pero nos consuela pensar que en el hotel nos esperan una estupendas habitaciones ya preparadas con su cama y su ducha y, como decimos siempre nosotros: «ya dormiremos cuando estemos muertos».

En ese momento, el inefable conductor nos pregunta a qué hotel vamos. Isabel contesta con rapidez. El conductor pregunta la dirección del hotel. Isabel se la da sin dudar.

Observamos que el conductor empieza a dudar sobre la localización del hotel y se dispone a meter la información en el GPS. De repente, vemos que no sabe encender el GPS y, posteriormente, no sabe cómo meter la información.

Al final, después de dos largos minutos de ineptitud, se decide a acercarse a un grupo de taxistas y de posible meretrices a preguntar. Le indican el camino. ¡Por fin!

A las tantas de la madrugada y con pocas ganas de problemas, hablando con recepciónLlegamos inmediatamente al hotel y cuando todo parecía resuelto al fin, vemos que la mayor parte de los amigos del grupo están en recepción con cara de enfado.

Preguntamos a uno de ellos y nos confirma nuestro peores temores: ese fin de semana hay una convención de políticos en la ciudad y todas las habitaciones del hotel están ocupadas a pesar de que habíamos reservado y de que, desde Villanubla, alguien se había preocupado de llamar al hotel para advertir de que llegaríamos muy tarde debido al retraso del avión.

Tras media hora de discusiones, enfados y no pocos exabruptos, al final nos recolocan en unos apartamentos contiguos al hotel que, por lo que nos dicen, son más caros que las habitaciones pero que nos los cobrarán como habitaciones como compensación.

Tras un pequeño y surrealista paseo por los aparcamientos del hotel (debido a que las puertas principales del edificio de apartamentos estaban cerradas) llegamos a nuestro apartamento, que compartimos con Ángel y Nuria.

Tenemos menos de dos horas para descansar. Buenas noches.

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Javi A.
Javi A.
Nos gusta viajar, el cine y la música. O sea, como todo el mundo... ¿o no?

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