Con un notable cansancio todavía sobre nuestras cabezas, nos hemos levantado hoy, tras la cena que el señor Remi había organizado para ayer.
En su mensaje de convocatoria, decía:
Buenas noches o ya casi madrugadas.
Por la presente quedan todos convocados a una cenita ligera ligera, de hermandad (y borrachera tras lo último visto) para este sábado día 7 de Febrero, que el próximo es de enamoramiento y a no todos toca celebrar el tema
(…)
Necesito confirmar a la mayor brevedad posible el total de participantes en este nuevo evento gastronómico a fin de hacer la oportuna reserva en el sitio de rigor
Digamos que el mensaje iba un tanto recargado de eufemismos porque lo de "cenita ligera ligera" acabó siendo una cena un tanto vikinga (amos, digoyó…)
Y lo de "evento gastronómico"… pues eso.
Al menos ya iba por adelantado el apercibimiento de que la cenita de hermandad podía acabar en borrachera.
Pues claro, ¡cómo no!
Al final, la moderación brilló por su ausencia y acabamos de cierrabares en la zona vieja de Palencia, tras el desorden etílico de la cena y los cubatrones posteriores (agradecimientos desde aquí al señor Carlos por su invitación en el Gente Corriente).
¿Quién fue el listo que dijo que ya no tenemos edad para estos desmanes?
Casi casi acertó con su afirmación!! (bueno, igual no…)
En cuanto a los lugares de citación, el último mensaje del maestro de ceremonias, maese Remi, decía:
Intentaré llamaros durante hoy, pero hemos qdado en primera convocatoria a las 20.45 en el clan celta para tomar unas cervecitas.
Para los rezagados, la segunda convocatoria es de 21.30 a 21.40 en el sitio de la cena q es el Restaurante ‘La Cántara’. La cena comienza a las 21.45.
El local de la cena nos gustó mucho y la calidad del menú no será cuestionada en este artículo ni en ningún otro, desde luego.
La parte "rara" de la noche sucedió cuando íbamos hacia el Clan Celta y, de repente, observamos que no era el que pensábamos (nosotros íbamos convencidos de que se trataba de la taberna irlandesa) y claro, confundiendo celtas con irlandeses me ví obligado a llamar al cuasipuntual Carlos al grito de
¿dónde cojones está el puto Clan Celta?
Agradecimientos al viandante que, por iniciativa y de forma desinteresada, nos indicó el camino al oir el exabrupto.
Por cierto, el último local en el que estuvimos y cerramos (pero del que no recordamos su nombre, como puede el lector imaginar) estaba muy bien, aunque la selección musical se movió entre el extremadamente popular y lo esperpéntico.