Siempre quiso volver al Oeste.
Tras su viaje anterior, todos los recuerdos se amontonaban en su cabeza y en su corazón.
Todos los objetos que trajo en la maleta seguían allí, después de tantos meses. Tocarlos era como un sacrilegio; era como cerrar ese capítulo de su vida; de sus vidas.
Como un puñal se clavaban los recuerdos cada vez que alguien preguntaba por el viaje, cada vez que alguna imagen aparecía en televisión, cada vez que ojeaba alguna foto o algún video.
A medida que se acercaba la Nochevieja, los recuerdos se hacían más intensos (y dolorosos).
Sin duda, ESE había sido el gran año de su vida… y realmente era una pena que lo que había sido un futuro prometedor en junio, y un presente perfecto en agosto, apenas fuera ahora un pretérito cada vez más indefinido por unos recuerdos que, aunque imborrables, se tornaban en leyendas con el paso de las semanas.
Resulta imposible saber en qué momento se abrió la puerta a una posible vuelta. Probablemente, mientras organizaba el tercer viaje a Nueva York. Tal vez, mientras volaba hacia la Gran Manzana. Incluso puede que mientras caía la bola de Times Square anunciando el nuevo año.
Lo cierto es que los meses han pasado y por fin, tras mucho pensarlo, la decisión está tomada y… ¡¡¡los billetes comprados !!!
Sí, efectivamente. ¡¡ Nos vamos de nuevo al oeste !! la tierra donde nuestros sueños se hacen realidad, donde podemos ser nosotros mismos y donde sólo necesitamos un coche y un puñado de billetes para ser felices.
A la vuelta contaremos más.