Como ya nos comentó hace una semana, 明子 ha salido en El Norte de Castilla en su edición digital del 28 de mayo.
Nos encanta leer sobre ella. Y además, ¡sale muy guapa en la foto!
Por si acaso llegara a borrarse del servidor la noticia, la reproducimos aquí para que no se pierda:
Akiko, la reina ‘pucelana’ de la caligrafía japonesa
Doce vallisoletanos aprenden escritura oriental en el centro cívico de la zona sur
28.05.10 – 00:49 – VÍCTOR M. VELA | VALLADOLID.
La madre de Akiko era profesora de caligrafía japonesa. Por su casa, en Aichi, se acercaban los alumnos, con su pincel y su tinta, listos para aprender a dibujar enrevesados símbolos. Y la niña Akiko no perdía detalle de los consejos que daba su madre. El brazo en un ángulo de 90 grados. Nada de doblar la muñeca. Mucha paciencia en cada trazo. Hoy adulta, éstos son los principios que Akiko aplica en el curso de caligrafía japonesa del que es profesora en el centro cívico de la zona sur. Aquí, en pleno Paseo de Zorrilla, enseña a los vallisoletanos más curiosos la esencia de un arte milenario que requiere, ante todo, sosiego.
Lo sabe bien Fernando Zamarrón, vecino de Covaresa, y alumno de Akiko. Por segundo año. Uno de los veteranos, «y espero que por mucho tiempo porque quiero repetir». Calma y tranquilidad, recomienda Fernando, enamorado de la cultura japonesa.
Pero estábamos con Akiko, la ‘seño’.
¿Y cómo por aquí, por Valladolid? Lo explica: «Mi marido trabaja en Fasa». Y ojo, porque como cualquier pucelano de raíz, dice Fasa, que no Renault. «Es el único japonés de Fasa. Al principio, hace siete años, lo mandó Toyota, porque aquí hay muchas máquinas de Toyota; y cuando se terminó el contrato regresamos a Japón». No fue por mucho tiempo. Renault le llamó de nuevo. ¿Te vienes a Valladolid? Y aquí que se vino Akiko, otra vez, encantada, a una ciudad que ya es suya, «tranquila, con gente muy amable, aunque en Japón no hay tanto ladrillo». Habla en un español risueño y estupendo, «aunque me falta mucho por aprender. Me enseñan los vecinos, la gente con la que hablo a diario», explica Akiko, que hoy se ha vestido con la yukata, una especie de quimono de algodón, y calzado las geta, unas sandalias de madera muy utilizadas en verano. Vestimenta con la que hoy va a oficiar una ceremonia del té para la docena de alumnos que forman parte de su curso. Porque lo del té también le viene de familia. Si su madre era profesora de caligrafía japonesa, su padre era maestro de la ceremonia del té. Un té verde molido, «con un sabor muy fuerte, no muy amargo, pero que no gusta a todos los españoles. No estáis muy acostumbrados», reconoce entre risas. El té era un símbolo y a la vez una excusa para fortalecer los lazos de amistad. «Se prepara delante de los invitados y la ceremonia dura cerca de quince minutos. Durante ese tiempo, los invitados suelen permanecer en silencio, aunque si hay mucha confianza sí que se puede hablar». En su clase hablan, claro. Son ya, aseguran, como una pequeña familia hispanojaponesa.
«El camino de la caligrafía japonesa es muy duro», reconoce Akiko. «En Japón se empieza cuando eres pequeño, en Tercero de Primaria, y luego hay que aprenderlo muchos años». Sobre todo si se apuesta por la vertiente ‘kanji’, las más demandada aquí en Valladolid, esa que utiliza 1.945 caracteres básicos. Letras simbólicas. «Y allí en Japón se aprenden poco a poco, unas doscientas cada año», explica Akiko. Para su enseñanza se requiere un pincel, tinta (por eso es más cómoda la escritura en vertical, para que no se corra) y papel de arroz. «Aquí en Valladolid es muy caro y no es fácil de conseguir». Por eso, cada vez que Akiko regresa a su país (de vacaciones) vuelve cargada con pliegos y pliegos de papel que luego utiliza en sus clases. Unas clases cada vez con más seguidores. Y Akiko, no lo oculta, está encantada.