La nochevieja es una tradición casi mundial, aunque lo cierto es que cada país, e incluso cada ciudad, lo celebra de modo diferente.
En lo que podría decirse que hay unanimidad es en la «celebración» del día de año nuevo.
Seguramente, en todos los países, ciudades y casas, el día 1 de enero amanece de forma similar: con una cama de la que cuesta levantarse, caras con ojeras de haber dormido menos horas de lo habitual, y la sensación de que la navidad ha terminado (aunque en países como España todavía queden festejos por celebrar).
En nuestro apartamento del East Village no podía ser de diferente manera. Nos levantamos casi a regañadientes, aunque con ilusión por visitar algunos lugares de Nueva York, pero sobre todo, con la imperiosa necesidad de tomar un café bien cargado que, a juzgar por nuestras ojeras y por las bajísimas temperaturas que se registraban en Manhattan, nos estaba haciendo ya mucha falta.
Tras un desayuno más o menos rápido, nos fuimos a la parada de metro de Houston Street. El plan era visitar Queens, en especial Flushing Meadows y Corona Park, un destino que hace tiempo que Silvia y Javi nos dijeron que querían conocer.
A nosotros nos llamaba la atención, entre otras cosas, porque aparece al final de la película Men In Black.
Pero primero queríamos pasar por un local de Queens, llamado «Cositas Ricas», que hace honor a su nombre sirviendo ricos platos de comida hispanoamericana.
Realmente, en ese local pueden degustarse cosas ricas ricas… ¡ y con fundamento !
Justo se le habían agotado las sabrosísimas tartas de queso que probó Pilar hace 2 años, así que, ya que era el día de año nuevo, decidió probar un pastel llamado “Happy New Year” ¡¡¡que estaba riquísimo!!!
Además, pedimos un gigantesco bocadillo de pollo con aguacate, pan de maíz y no sé qué mas.
Tras este segundo desayuno y, aprovechando que parecía mejorar algo el clima, gracias al solillo, cogimos de nuevo el metro para ir hasta Flushing Meadows.