Del olor de los pastos y las vacas, al olor del mar y del pescado. Las gaviotas sobrevuelan el coche.
Mientras suenan viejas canciones de los ’80 cruzamos pequeños pueblos costeros.
Bosques y bosques. Y de repente, el puerto más pequeño del mundo.
Los inmensos bosques a la izquierda. Las playas y la puesta de sol más allá del mar, a la derecha.
Y finalmente, la última puesta de sol de agosto, viéndola desde un acantilado de Oregón. Justo desde el que también se ve un romántico faro.