El destino (o el fortísimo viento) ha querido que esta mañana llegáramos al trabajo con 45 minutos de retraso.
Al parecer el viento ha derribado unos árboles que han caído justo en la avenida por la que pasamos cada mañana para ir al trabajo.
Por si esto fuera poco, llevamos una mañana de trabajo de esas que no se olvidan fácilmente.
En fin…