Volviendo ayer de Tokio, ya en el aeropuerto de Barajas caí en la cuenta de que hay un objeto que me ha acompañado durante prácticamente todos los viajes que he hecho en mi vida.
Se trata de mi mochila negra Koalaroo, que compré allá por el año 2000.
Todo comenzó cuando me robaron la anterior mochila (similar a la que tengo ahora pero con un bolsillo de polipiel bastante vistoso) que yo había dejado inocentemente en el maletero del coche de un compañero de andanzas tuneras.
Tras reponerme del disgusto y, sobre todo, reponer los numerosos documentos oficiales que perdí con el hurto, llegó la hora de adquirir una mochila sustituta.
Pilar me acompañó a comprarla y, si no recuerdo mal, la tienda en la que lo hice fue en una que había al lado del hotel Olid Melía.
No podía esperar más tiempo a buscar otro modelo, ya que al día siguiente salía de viaje a Murcia con mi tropa tunera.
¿Te gustaría conocer la ciudad de Seattle con la compañía de un local?
Después de Murcia vinieron los viajes a Francia, Italia, Suiza y Alemania (agosto de 2000), el viaje a Grecia (septiembre de 2001) y los que se relatan en este blog, además de las escapadas y viajes juntos, como cuando fuimos a Galicia o Salamanca, o a los festivales de Badajoz, Murcia, etc.
Lo curioso de la mochila (al menos para nosotros) es que me ha acompañado cada fin de semana que venía a Valladolid a pasarlo con ella, cada vez que dejábamos las maletas guardadas en algún hotel o las enviábamos de un hotel a otro en Japón.
En resumen, si la mochila pudiera hablar, tendría muchas muchas historias para contar…