Ayer por la noche estuvimos en un precioso local en Gion donde toca bossa nova, por afición, nuestro amigo Yas.
Siempre que quedamos con él, la noche se vuelve realmente inolvidable, como la del otro día cenando shabu shabu.
Los excesos de mezclar sofisticados cócteles con ese extraño destilado de sake son la culpa de nuestro estado matutino de hoy.
Este viaje está siendo mucho más intenso en lo que se refiere a quedar con amigos y, la verdad, no se me ocurre una manera mejor de viajar.
Cada vez se me hace más extraño ver desfilar por las estaciones a todos esos turistas extranjeros con sus mochilas y sus enormes cámaras de fotos, ávidos de visitar templos y de fotografiarlo todo.
Algunos ya comienzan a creer que vivimos aquí, como esa pareja de canadienses con la que coincidimos ayer en la montaña.
Muy curioso…