En breve colgaremos las fotos correspondientes a este capítulo
Hoy lunes nos hemos levantado muy muy pronto y a las 6:30 estabamos de nuevo en la compañía de alquiler de coches (sí, la del grave incidente).
Hemos vuelto para saber la situación de las cosas ya que les faltaba información sobre el otro conductor y queríamos asegurarnos de que todo estaba correcto. La dependienta simpatiquiiiiisima, cuando nos ha visto, ha exclamado en un alegre tonillo inglés afroamericano:
«Oh my God!!! what are you doing here?»
(por cierto, si tuviéramos que describir a esta señora, diríamos que recuerda a Queen Latifah aunque más gorda y menos agraciada físicamente).
Le hemos comentado que volvíamos por allí porque nos dijo que quizás hiciera falta que estuviéramos allí el lunes por la mañana en caso de que no localizaran al otro conductor.
Lógicamente, nos ha comentado que teníamos seguro y que todo estaba bien. Y ha acabado con un:
«venga chicos, id a disfrutar por ahí»
Y así hemos hecho. Hemos vuelto al apartamento y nos hemos pegado una ducha revitalizante. Y otra vez a la calle.
Por cierto, la sensación de ver amanecer en Nueva York con todas las calles vacías ha sido una auténtica maravilla y nos ha hecho pensar que el madrugón, aunque a primera vista algo estéril, ha acabado mereciendo la pena.
Al volver al apartamento del East Village, Javi y Silvia estaban esperándonos, así que hemos hecho las maletas para trasladarnos al hotel que va a servirnos de alojamiento para la última noche y así, además, tener acceso fácil a un transporte de lujo para ir al aeropuerto.
A Javi y Silvia les faltaba subir al Empire State. Al llegar a la entrada del edificio, un trabajador de allí nos ha ofrecido cuatro entradas por el precio de tres, aproximadamente, con lo que nos hemos visto tentados. Y es que, aunque al principio hemos dudado si subir, porque ya subimos hace dos años, el relativo buen clima y, sobre todo, la rebajilla, nos han hecho decidirnos por subir.