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En breve colgaremos las fotos correspondientes a este capítulo

 

Hoy es domingo, así que hemos ido, como no, a Harlem, con el propósito de asistir a una misa gospel, como hemos hecho cada vez que hemos venido a Nueva York.

Esta vez repetimos iglesia: decidimos ir a la Abyssinian Baptist Church  porque a Pilar le apetecía mucho volver. Por desgracia hemos llegado tarde para la misa de las 9:00, así que nos ha tocado esperar a la de las 11.
Este año, a diferencia de cuando estuvimos en 2006, nos ha decepcionado un poco, ya que entonces fue mucho más espiritual, más Harlem, mas gospel, más profunda. Esta vez estaba saturada de turistas (la mayoría italianos. ¡Qué pesados son!)

Así que, aunque se supone que está mal visto salirse a la mitad de la misa, nos hemos largado argumentando que yo estaba indispuesto.

Aunque hoy luce un sol estupendo, las temperaturas siguen siendo muy bajas así que, cuando hemos salido a la calle sombría en la que está la entrada de la iglesia y hemos girado la esquina hacia la Avenida Lennox, el sol que ha aparecido ha sido para nosotros como un milagro.

Nuestro siguiente objetivo era visitar la concurrida calle 125 de Harlem, una calle muy pintoresca los fines de semana con un montón de gente del barrio charlando con sus «hermanos» mientras intentan vender unas gafas de imitación, unos CDs piratas o unos posters de líderes del movimiento negro.

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Al llegar a la calle 125 hemos girado a la derecha e inmediatamente ya se podía ver el cartel del famoso teatro Apollo. El año pasado no había obras en cartel, sin embargo este año sí que lucía el rótulo y las luces brillaban.

No hemos podido evitar acordarnos de la secuencia de la película «Boomerang», protagonizada por Eddie Murphy, en la que se acerca de noche al Apollo, donde había quedado con un ligue.

Por supuesto, mucho antes de venir hasta aquí, y en realidad, a lo largo de todo el año, hemos recordado vivamente nuestra anterior visita a Harlem, las pasadas navidades. En especial, el momento de la comida en el Soul Food Dinner, un local realmente legendario, en el que, a ritmo de soul sonando a través de una jukebox setentera, unas camareras gordas afroamericanas te sirven comida sureña de buena calidad mientras puedes ver a muchos afroamericanos de Harlem que acuden con sus hijos pequeños a disfrutar de una comida de domingo, después de salir de misa, o incluso a esos señores de setentaytantos años, perfectamente vestidos al modo de Louisiana con su sombrero de ala ancha, pidiendo alitas estilo sureño y un poco de maíz hervido.

Por desgracia, ésta es la enésima vez que la vida nos enseña que nada dura eternamente.
Con tristeza vemos cómo el local está cerrado y con apariencia de llevar así unos meses. Efectivamente, un chico del barrio que en ese momento pasa por allí y que nos ha visto fisgar entre los cristales nos confirma la clausura del negocio. La causa parece ser un problema con una licencia o algo así.

Tristes por no poder repetir un momento tan auténtico como el vivido un año antes, nos resignamos a entrar en un grasiento local que sirve alitas y que se encuentra muy cerca del extinto Soul Food Dinner.

Tras la grasienta comida, acompañada de un intenso frío que se colaba en el local cada vez que alguien abría la puerta, hemos ido al Starbucks que estaba a unos pocos metros. El destino no está exento de ironía y esta cadena de cafeterías, que en otro tiempo nos caía gorda, ahora se ha convertido en un refugio perfecto para pasar ratos agradables, charlar sobre nuestros planes más próximos y, cómo no, calentarnos un rato. Para qué vamos a negarlo: haber estado en la primera cafetería que la cadena  Starbucks abrió en todo el mundo nos ha hecho cogerle mucho cariño.

Es en esa cafetería de Harlem donde hemos vivido un suceso ciértamente surrealista.

No es la primera vez que entramos juntos al baño, para evitar colas. Lo hemos hecho bastantes veces en los bares y locales donde solo hay un baño unisex y una larga cola.

Pero esta vez, un camarero afroamericano que estaba sirviendo unos capuccinos, nos ha echado la bronca. Según él:

«Eso no está bien, tío. Eso no se hace. No en Nueva York, colega»

Intentamos hacerle entender que estábamos casados pero decía que eso no era excusa.

En fin…

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Decidimos irnos del barrio. Haber llegado tarde a misa ha conllevado un retraso en todo el plan y no hemos podido visitar las calles de alrededor que tienen un encanto especial (véanse las fotos de años anteriores). Una lástima, pues estamos seguros de que les habrían encantado a Javi y Silvia. Pero ahora el objetivo es visitar Central Park antes de que se ponga el sol.

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Javi A.
Javi A.
Nos gusta viajar, el cine y la música. O sea, como todo el mundo... ¿o no?

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