Serendipity (en español «serendipia«): todo descubrimiento científico afortunado e inesperado que se ha realizado accidentalmente. Se suele denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente afortunado.
Después del paseo por el parque, nos apetecía tomar algo y descansar así que nos hemos acercado hasta «Serendipity 3«, un local precioso ubicado en un antiguo edificio en lo que sería el bajo y el primer piso, en el que tienes que reservar sitio, por la larga lista de espera que tiene. Nos apuntaron para una hora y media más tarde.
Una de las cosas más típicas de Nueva York es el furor por los locales de moda, aunque el Serendipity 3, más que de una moda pasajera, disfruta de una larga historia de mucha décadas, y hasta incluso de apariciones cinematográficas.
Corrían tiempos en los que el presidente de los Estados Unidos era John F. Kennedy, y su esposa, Jacqueline, tras oir hablar sobre este local decidió pasarse a disfrutar de su famoso helado, el «Frrrozen Hot Chocolate».
Como no podía ser de otro modo, el helado le encantó y llamó al cocinero para pedirle que le diera la receta y así poder servir el helado en una cena de gala que iba a celebrarse próximamente en la Casa Blanca. El cocinero, sin embargo, se negó a darle la receta.
Obviamente, la prensa se hizo eco inmediatamente de la negativa del cocinero a raíz de lo cual todo el mundo quiso ir a probar el famoso helado, de ahí que su fama haya llegado hasta hoy.
De todos modos, hay otros motivos que pueden hacer que hayáis oído hablar de este local, como por ejemplo, la romántica película del mismo título, protagonizada por John Cusack y Kate Beckinsale, una película que, como habreis imaginado, también se cuenta entre nuestras favoritas (en realidad casi todas las películas rodadas en Nueva York suelen gustarnos) y fue el motivo por el que conocimos el lugar.
Existe un tercer motivo por el que este local es conocido en Estados Unidos: tiene en su carta ¡¡¡un helado de 1.000$!!! (de hecho tienen otro de más de 1.000 dólares si te apetece hacer una extravagancia). Nos consta que todos los años algunas personas se pasan por allí a disfrutar de uno de estos postres obscenamente caros.
El caso es que habíamos quedado con Silvia en la tienda Disney a las 6 de la tarde, pero no hemos podido encontrarnos allí porque justo a esa hora cierran la tienda los domingos.
Menos mal que habíamos fijado como segunda opción el edificio Trump, así que allí nos hemos ido y hemos disfrutado de un café en el Starbucks de la primera planta. Bueno, en realidad yo me he tomado un Berry Chai ultracalórico y Pilar un caffe latte, creo.
A los pocos minutos ha aparecido Silvia.
¡¡ Gracias a Dios que habíamos hecho una reserva !! (aunque el camarero se obstinaba en decir que no era una «reserva» sino «guardar la cola») dos horas antes en el Serendipity 3 (pues ayer ya pudimos ver que es el único modo de entrar).
Justo a la hora en que teníamos la reserva llegamos al local en el que, como siempre, la entrada estaba a rebosar de niñas pijitas neoyorkinas y también muchas japonesitas que estaban deseando entrar.
Aunque nos habían guardado una mesa en la planta baja, hemos podido conseguir una en la primera planta, que es más bonita y auténtica (es la que sale en la película)
Durante las navidades, todo el local está profusamente adornado con guirnaldas y lucecitas que le dan un ambiente muy especial al local, extrañamente barroco y a la vez, graciosamente infantil.
Pilar se pidió un sandwich de pollo que resultó ser enorme, y yo una hamburguesa con queso azul y patatonas fritas.
Hay que decir que en realidad los nombres de los platos son mucho más estrambóticos en la carta. Casi hay que traducir lo que quieren decir.
La persona que nos sirvió la cena era hispana así que Pilar aprovechó a preguntarle si era buena idea montar en el teleférico que está situado muy cerca de Serendipity 3 y cruza el río Hudson parando en Roosevelt Island.
Con total seguridad en su tono nos dijo que no merecía la pena. También nos recomendó que, dado que ibamos a estar muchos días en la ciudad, era buena idea desplazarse a Washington o a Philadelphia y Atlantic City. ¡Qué curioso! justo lo que ya habíamos visitado.
Por cierto, también comentó que se podía subir hasta la cabeza de la Estatua de la Libertad, pero eso es algo que no nos creímos.
Tras la cena, hemos ido a recoger a Javi al Madison Square Garden y hemos llegado un poco tarde (a eso de las 8:30, creo recordar).
Bajamos hasta el East Village (más o menos hasta Union Square) mientras Javi ha ido contando el partido que acababa de ver.
Como Javi tenía algo de hambre, la idea era ir al antro de las alitas buffalo o algún otro sitio a cenar y tomar algo.
Al final, nos hemos topado con un restaurante japonés que está a una manzana de nuestro apartamento así que hemos decidido ir a pillar comida japonesa y comerla en el apartamento.
Y sí, ¡¡ hemos cenado por segunda vez !!