Son ya innumerables las veces que hemos disfrutado de la desternillante comedia «¿Qué Me Pasa, Doctor?» («What’s Up, Doc?«, 1972).
Por ello, a la hora de elegir una película para ver una noche como la de ayer, ésta tenía muchos puntos a favor.
Se trata de una fabulosa comedia que homenajea a las famosas screwball (comedias de enredo) de los años cuarenta, y las bufonescas slapsticks más descacharrantes.
Sinopsis
Howard Bannister (Ryan O’Neal) es un joven musicólogo, serio, tímido y despistado que acude a San Francisco con su prometida, a una convención en la que opta al premio de la fundación Larabee con una rocambolesca tesis sobre la capacidad sónica de las rocas prehistóricas.
Es un absoluto desastre para la vida real y vive sumiso a las órdenes de su insoportable prometida de voz chillona, Eunice Burns (Madeline Kahn).
Allí conoce a Judy (Barbra Streisand), una joven con mucha vitalidad y enormes conocimientos en muchas materias, que le hará vivir una interminable y destructiva serie de situaciones disparatadas.
La pareja perfecta
O’Neal y Streisand forman, en esta película, una pareja con mucha química, donde cada uno de ellos brilla con luz propia, sin necesidad de robarse mutuamente el plano ni destacar por encima del otro.
Además, sus papeles parecen hechos a la medida, lo que en realidad es el resultado del trabajo de dos magníficos actores: Ryan O’Neal, un hombre de ciencia, despistado, olvidadizo y de costumbres, mientras Barbra Streisand aparece en esta cinta con un atractivo particular (a pesar de no ser precisamente una belleza), con un metabolismo acelerado, un gafe legendario, y un comportamiento gamberro y desvergonzado que es una auténtica delicia (sin olvidar el momento del piano, en el que, con su impresionante voz, nos muestra por qué es una cantante tan famosa).
Guión magistral y ritmo frenético
El milimétrico guión de Buck Henry, David Newman y Robert Benton juega con todas las situaciones de enredo que surgen de la coincidente existencia de cuatro maletines idénticos que los diversos personajes van equivocando a lo largo de la película, dentro de las diversas subtramas que afectan a los diversos maletines.
La película transcurre con un ritmo frenético mientras el guión, lleno de detalles, funciona con la precisión de un reloj suizo entrelazando los sucesos de los diversos personajes, en un enredo de identidades y de maletines.
Como colofón, la escena final, durante el juicio, acaba encajando las piezas del puzzle argumental, desentramando algunos asuntos que todavía no habían sido explicados.
Una de las mejores comedias de la historia
Más que una serie de gags encadenados, estamos ante una continua sucesión de giros inesperados que convierten a esta película en una de las grandes comedias de todos los tiempos que, con humor inteligente, no concede tregua al espectador para un respiro.
Personajes estrafalarios
Por la pantalla desfila una galería de estrafalarios personajes entre los que destaca, además de los protagonistas, el prejuicioso y nervioso juez.
Escenas legendarias
Una película divertidísima, que se ve en un suspiro y que tiene sus mejores momentos en el tramo final.
Resulta memorable la persecución a cuatro bandas por las calles de San Francisco, con las fiestas del barrio chino, el cristal esquivando los coches, la furgoneta destrozada, el descenso por la calle Lombard…
En resumen, es una de esas películas que no deben faltar en la videoteca de cualquier buen aficionado.
Especialmente memorables son las escenas de la cena de gala, la habitación por la noche, la persecución y el juicio.
San Francisco
Y es que San Francisco es una preciosa ciudad que merece películas como ésta o como las de «Harry el sucio«.