No todo en Japón es modernidad y futurismo.
Apenas se recorren unos cuantos kilómetros más allá de Tokio, la arboleda se adueña del camino. Entre intricadas sendas boscosas se encuentran algunos templos, escondidos de la vorágine del turisteo.
Una botella de té verde y las cámaras son nuestras únicas compañeras en este trecho que nos lleva algunas horas a través de pueblos del Japón cotidiano hasta llegar a una aldea en la que un buda gigante o Daibutsu nos saluda y nos da la bienvenida.
Según la leyenda, este Buda se encontraba dentro de un templo que quedó destrozado por el temporal y la gente creyó que era un mensaje del Buda de que no quería estar encerrado, por lo que le dejaron al aire libre. Magnífica acogida para una jornada de camino. Vuelta a la metropoli antes conocida como Edo y magnífica cena en Shibuya, mi barrio favorito de Tokio.