Aquí va el inevitable artículo sobre la crisis económica.
Cuando decidimos crear este blog, era nuestra intención enfocarlo a nuestra vivencias, desde un punto de vista positivo, optimista, lleno de planes de futuro, para animarnos, pero también animar a todo aquel que pudiera llegar hasta aquí y leerlo.
Por desgracia, no todas nuestras experiencias son tan positivas y, aunque uno intenta obviarlas, a veces no queda más remedio que comentar aquellas cosas que nos parecen tristes, penosas o criticables.
Acabamos de volver de dar una vuelta por las calles, cruzando por todo el centro de la ciudad, y de forma totalmente accidental, nos hemos topado con dos claros ejemplos de la frustración ciudadana que estamos viviendo actualmente con respecto a la crisis económica con tintes de depresión que se percibe en España.
Como economistas, lo que menos soportamos de esta crisis es la desinformación que nos llevó a ella y la desinformación que persiste, tanto respecto a sus causas y consecuencias, como a sus posibles soluciones.
Algunos colectivos, como los de los sindicatos, se dedican a echar balones fuera para evitar que los ciudadanos se den cuenta de que ellos son una parte de los culpables, no tanto de la llegada de la crisis como de la persistencia de la misma.
Por si esto fuera poco y, teniendo en cuenta que están fuertemente sostenidos, mantenidos y subvencionados por el gobierno, se dedican a desviar la atención también en ese sentido. Para ellos, el gobierno está haciendo todo el esfuerzo posible para salir de la crisis o para disminuir sus efectos. Para ellos, el Plan E no ha sido un desastre, sino un magnífico bálsamo que ha procurado miles de puestos de trabajo, aunque hayan sido temporales e improductivos.
Pero además, y desde hace ya demasiados años, determinados colectivos se han dedicado a atacar y desprestigiar la figura del empresario.
Intentar crear una imagen que se implante en subconsciente colectivo, sobre el empresario. A saber, se trata de un hombre, más o menos explotador de sus trabajadores, que recibe pingües beneficios por explotarles, mientras él no hace nada salvo fumar un enorme puro tras una pantagruélica comilona con otros empresarios.
Pero esos no son los empresarios que hay en España. Esos no son los empresarios que dan (o daban) empleo a más del 70% de los trabajadores. Esos no son los empresarios que, por culpa de un mal gobierno y un peor comportamiento sindical, han tenido que cerrar, despidiendo así a la mayor parte de trabajadores.
Los empresarios, los verdaderos héroes de las sociedades actuales, los que están levantando a países como Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido o Francia de la crisis son los dueños o gestores de empresas pequeñas o medianas.
Y los ciudadanos españoles no estamos tristes o deprimidos por gusto.
Y de esta crisis se sale con decisión, con buenas políticas de apoyo a las empresas, y no con golpes de efecto que intentan implantar un ánimo prefabricado, como la droga en vena a golpe de jeringuilla. La felicidad y el ánimo no son un medio sino un resultado de las cosas bien hechas.
La realidad es esa y no otra.
Y cada día, cuando uno sale a pasear por su ciudad, se encuentra esqueletos de lo que otrora fueron seres vivos que generaban riqueza, empleo, bienestar y felicidad: las empresas.