La tarde mejoraba por momentos…
Avanzada la tarde, Miyuki nos ha llevado por las calles de Ōsaka hasta el santuario Imamiya Ebisu (今宮戎神社) donde se celebra el famosísimo "Gran Festival del décimo día de Ebisu" (十日えびす大祭, leído とおかえびすたいさい, o sea, Tōka Ebisu Taisai) en honor al dios Ebisu, uno de los más venerados de Japón y, particularmente, en Ōsaka, una ciudad tradicionalmente dedicada a los negocios en general y al comercio en particular.
Ebisu, además de ser uno de los dioses más venerados en Japón, es el único de origen japonés que compone el grupo de los siete dioses de la felicidad (七福神).
El destino ha querido que, justo un año después de publicar un artículo sobre este festival, hayamos podido vivirlo en primera persona. Y digo el destino porque, como ya saben quienes nos conocen, apenas hacemos planes cada vez que venimos a Japón, y menos áun en este viaje, que surgió de manera totalmente accidental.
Miles de personas se acercan durante este festival, que suele celebrarse entre el 9 y el 11 de enero, a rezar a este santuario y pedir por la prosperidad de su negocio o simplemente para tener fortuna en el nuevo año.
En los alrededores del templo, donde se notaba ya el olor a incienso, decenas de puestos y tenderetes ofrecían sus brillantes productos, muchos de ellos mostrando la cara del dios Ebisu.
Por supuesto, no faltaban tampoco los yatai (屋台) o puestos de comida, ofreciendo lo más popular de la gastronomía ōsakeña, y alguna que otra novedad para atraer a la mayor cantidad de clientes (como las bananas con chocolate de la foto).
Tampoco faltaban los puestos con juegos populares, algo que ya habíamos visto en nochevieja y que me transmite nostalgia y me sorprende, en un país tan acostumbrado a los modernos juguetes electrónicos.
Al llegar, como ya imaginábamos, el patio del santuario estaba bastante lleno de gente, y el número de visitantes ha ido creciendo durante el rato que hemos estado allí.
Algunas personas organizaban todo aquello dando instrucciones con un megáfono aunque, tratándose de la desenfadada y algo pasota gente de Ōsaka y siendo un día de fiesta, no había mucha gente que hiciera caso a las instrucciones.
Una música pegadiza y con un ritmo de percusión que me recordaba a canciones tribales africanas, sonaba constantemente y sin fin en todo el santuario.
Todo el mundo se agolpaba en los puestos en los que se podían adquirir los amuletos con los que adornar los sasa (笹, ramas de bambú) que reciben gratuitamente a la entrada del santuario, para obtener bonitos fukusasa (福笹, ramas de la fortuna, por estar decoradas con dichos amuletos), con la esperanza de tener éxito en el desempeño para ese año.
Además de lo que comentamos hace un año, este festival también es famoso porque las chicas que se encargan de vender los amuletos con los que adornar las ramas de bambú tienen fama de ser las más guapas. Y eso es algo que tenían muy claro los abuelillos que pasaban por allí. Algunos incluso se acercaban a las chicas con enormes cámaras de fotos para tomar un sinfin de instantáneas sin el menor pudor. Todo un espectáculo.
El clima ha sido benévolo y ni ha llovido ni ha hecho un frío excesivo, como viene siendo habitual durante todos estos días del viaje.
Según parece, desde octubre se podrá viajar a Japón con total libertad.
¡Adelántate a los demás!
A medida que iba oscureciendo la tarde, el cielo encapotado y las cada vez más luminosas chōchin (提灯, lámparas de papel) iban configurando un ambiente mágico.