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LAS TRES MENTIRAS DE LA VACUNA

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El título de este artículo puede sonar muy rotundo y, con toda seguridad, hará que quienes creen a pies juntillas todo lo que se dice en televisión, ni siquiera hagan el esfuerzo de leerlo.

Peor para ellos.

Por mucho que pretendan condenarnos con absurdas etiquetas y críticas en todos los medios, hay tres mentiras que, a día de hoy, son irrefutables respecto a las «vacunas» contra el COVID-19.

Lo más importante de todo lo que digo en este artículo puede resumirse en la última frase.

 

Las tres mentiras

NO son 100% seguras

Cuando comenzaron las campañas de inoculación masiva a la población, se dijo desde los medios de comunicación «oficiales» que estas «vacunas» son seguras.

Pocos días después comenzaron a conocerse casos de personas que sufrían graves efectos secundarios, llegando incluso a morir.

En ese momento, la maquinaria propagandística de los medios «oficiales» comenzó a hacer una analogía con las vacunas que llevan utilizándose décadas, como las de la gripe, la varicela, el sarampión o la rubeola.

Su argumento era que todas las vacunas tienen algún efecto secundario más o menos leve, pero que son más los beneficios que los perjuicios de vacunarse.

Es fácil comprender que esa analogía no es adecuada por dos motivos: que lo que actualmente se está inoculando no son vacunas en sentido estricto y, además, los efectos secundarios están siendo muy graves para un número considerable de casos.

Yo no conozco casos de gente que haya muerto por la vacuna de la rubeola o la varicela.

 

No es seguro que inmunicen

Los periodistas llevan semanas asegurando que las «vacunas» inmunizan.

Sin embargo, simplemente con leer los prospectos de estas «vacunas» puede comprobarse que eso no puede asegurarse porque ni siquiera los fabricantes pueden.

Estos prospectos son presentados por las farmacéuticas tal y como les obliga la ley.

De hecho, si estas «vacunas» consiguen inmunizar, tampoco se conoce el tiempo que otorgarán esa inmunidad.

Al tratarse de vacunas en experimentación (en fase III), no puede hablarse de certezas científicas ni clínicas en absoluto.

 

No son vacunas

Ésta es la mayor de las tres mentiras sobre las «vacunas» contra el COVID-19.

Cualquiera que recuerde lo estudiado en primaria podrá comprobar que no se trata de vacunas en el sentido estricto de la expresión (virus atenuados que se inoculan en el cuerpo para provocar una reacción inmunológica que prepara al organismo).

Más aún, de las conocidas y distribuidas hasta ahora, tan solo AstraZeneca y Janssen podría decirse que se asemejan al concepto de vacuna tradicional, pues están creadas con una versión leve o atenuada del virus que, supuestamente, envía instrucciones a las células del organismo en forma de código genético.
En el caso de de AstraZeneca, se trata de adenovirus de chimpancé desactivado; en la de Janssen, la de adenovirus humano, también desactivado

Sin embargo, es importante dejar claro que la de Pfizer y la de Moderna, las dos más famosas, no son vacunas. Son terapias génicas basadas en la tecnología del ARNm (ARN mensajero).
De hecho, el nombre de Moderna procede de Mod RNA (es decir, modificación del ARN).

Una tecnología estudiada desde hace muchos años y que, sin embargo, nunca ha llegado a aprobarse para su comercialización pues no superaba la fase III de experimentación (tan solo un estado de emergencia sanitaria permite que se comercialice sin superar todas las fases).

Los periódicos están constantemente publicando artículos en que aseguran que ninguna de las vacunas de este tipo afecta o interactúa con el ADN.

En mi opinión, basada en la de muchos científicos que se oponen a estos experimentos a escala mundial, esa certeza no puede garantizarse.

 

En definitiva, para mí no cabe duda de que la población que se está «vacunando», está cometiendo tres errores.

 

Los tres errores que está cometiendo la población

La gente que está accediendo a inocularse estos fármacos experimentales está incurriendo en tres errores en cadena:

  1. No está leyendo la información oficial publicada por las farmacéuticas fabricantes de estas «vacunas»; una información detallada que las autoridades sanitarias les obligan a publicar para cumplir con los requisitos de experimentación durante los estados de emergencia sanitaria. Puedes leer aquí los prospectos.
  2. Por lo tanto, no está sopesando los beneficios y perjuicios que, de manera personal, puede conllevar la inoculación de estos productos farmacéuticos.
  3. Todo ello está empujando a la población a delegar su decisión en las autoridades sanitarias, expertos, pseudo expertos e incluso periodistas y opinadores. La máxima es: «si todo el mundo lo hace, yo también«. El problema es que no todo el mundo se está vacunando (Pensilvania, Berlín, etc).

 

Es importante que la población comprenda los riesgos de esta enfermedad (sea cual sea su origen, naturaleza, etc).

Y el único modo que tenemos de conocer los riesgos de una enfermedad es conocer las estadísticas a través de estudios serios.

Pues bien, un nuevo estudio publicado por el profesor John P A Ioannidis de la Universidad de Stanford (California), encontró que la tasa de letalidad (IFR) del COVID-19 es significativamente más baja que la indicada por estudios anteriores.

Según Ioannidis, profesor de medicina y epidemiología, el virus es menos mortal de lo que se pensaba, registrándose una tasa de letalidad de tan solo el 0,15%.

La investigación de Ioannidis, publicada en el European Journal of Clinical Investigation, utilizó datos recopilados de seis «evaluaciones sistemáticas» de la infección mundial con el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, cada una de ellas teniendo en cuenta entre 10 y 338 estudios individuales de 9 a 50 países de todo el mundo.

Aquí puedes leer el estudio original (en inglés).

Las evaluaciones del informe de Ioannidis encuentran su base en estudios de seroprevalencia, es decir, detectar la presencia de anticuerpos contra el SARS-CoV-2 (el virus que causa el COVID-19) en el suero sanguíneo de una población.

Un estudio cuyas conclusiones ha publicado la propia Organización Mundial de la Salud.

 

De hecho, la letalidad en la población joven o aquella con edad inferior a los 65 años es absolutamente despreciable.

Por lo tanto, es crucial que quienes decidan «vacunarse» tengan todo eso en cuenta, porque seguramente serán mucho mayores los perjuicios que los posibles beneficios de este experimento.

 

Riesgos que conllevan

Ya que he estado criticando la desinformación que los medios de comunicación (de manera interesada o desinteresada) están provocando, no seré yo el que cometa el mismo error.

Por ello, no hablaré de certezas, sino de posibles riesgos que, según numerosos estudios, podrían comportar estas «vacunas».

Por lo que he podido leer, yo distinguiría entre efectos a corto y efectos a medio y largo plazo.

A corto plazo, los efectos son conocidos gracias a numerosas publicaciones: temblores, erupciones cutáneas, llegando a trombos y la posible muerte.

A juzgar por los casos que se han publicado, esos efectos parecen «más probables» en el caso de las vacunas AstraZeneca y Janssen, basadas en la tecnología del adenovirus.

Pero los efectos que considero más graves son los que podrían producirse a largo plazo.

Se trata de los efectos que podrían provocar las «vacunas» basadas en la tecnología de ARN mensajero (ARNm o mRNA en inglés).

Aquí puedes leer más sobre los medicamentos basados en terapias génicas.

Vídeo magistral sobre la vacuna COVID (Telegram)

 

Hojas informativas oficiales de las «vacunas»

Aquí puedes leer las hojas informativas publicadas por cada una de las farmacéuticas, en las que puedes comprobar lo que digo:

 

Verdades y mentiras sobre las vacunas contra el COVID-19

En esos prospectos puede comprobarse fácilmente que es cierto lo que he dicho en el artículo.

Además, también puede comprobarse que los prospectos indican en su posología la necesaria inoculación de las dosis necesarias de la misma vacuna, lo que contradice la información que hemos podido leer en los medios oficiales en las últimas semanas.

Si esos enlaces no funcionan, por favor, déjame un mensaje al final de este artículo y los sustituyo por otros que estén disponibles.

 

Un gran negocio mundial

En mi opinión, tras un año leyendo información de numerosas fuentes, ese es el motivo (y no otro) de que actualmente se estén inoculando masivamente.

Ya sé que los periodistas y mucha mucha gente están defendiendo el trabajo de los virólogos, los investigadores de vacunas, etc.

¡Por supuesto!

No niego su esfuerzo y menos aún su capacidad de encontrar una cura que sea efectiva.

De hecho, conozco de cerca el trabajo que se está llevando en España para conseguir una vacuna efectiva, basada en la tecnología conocida y contrastada.

 

Un experimento a nivel mundial

Pero ha de quedar claro que lo que está sucediendo ahora es un experimento a nivel mundial.

Un experimento que no habría podido llevarse a cabo si no estuviéramos en un estado de emergencia sanitaria provocado por una pandemia.

Una pandemia que fue decretada por la OMS el 11 de marzo de 2020.

Pero conviene recordar que la OMS modificó en junio de 2013 los criterios para considerar pandemia a una epidemia tras el fracaso del brote de Gripe A.

El modo en que, en mi opinión (basada en la de muchos expertos), se mantiene la actual pandemia, está basado en la prueba PCR; un test que no se creó para detectar este supuesto virus.

Pero de eso hablaré en otro artículo, si tengo tiempo.

 

El sector farmacéutico

El sector farmacéutico es uno de los más grandes de la economía mundial.

Se calcula que esta industria mueve unos 700.000 millones de dólares anuales. Sus cinco mayores empresas (ordenadas por capitalización bursátil) son: Johnson & Johnson, Roche, Merck & Company Inc, Pfizer y Novartis AG.

Y, para qué engañarnos: su negocio no es altruista ni persigue necesariamente el paraíso en la tierra.

Lo que persigue es el incremento de sus propios beneficios.

De hecho, son numerosos los escándalos publicados sobre farmacéuticas en la última década, así como las investigaciones abiertas por los gobiernos de Estados Unidos, la UE, etc. Te invito a que hagas una búsqueda en internet.

 

Para finalizar

Tal vez algún experto en vacunas lea este artículo y esté deseando desacreditarlo.

Me da absolutamente igual que eso suceda.

Lo que he dicho aquí puede comprobarse.

Además, si algo estoy deseando en lo más profundo es equivocarme en mis predicciones, pero me temo que lo que digo acabará cumpliéndose en menos de un año.

 

Mi consejo: investiga, lee y piensa en todo lo que leas. Tu salud está en juego. Nadie más que tú será responsable de lo que te pase.

 

Actualización del 24 de abril de 2024

Ya no está disponible el vídeo magistral sobre la vacuna COVID en la plataforma UACD así que lo sustituimos por el que está en Telegram.

Javi A.
Javi A.
Nos gusta viajar, el cine y la música. O sea, como todo el mundo... ¿o no?

3 COMENTARIOS

  1. Hablas de los no vacunados, que no dijimos nada, si que decíamos pero nos tomaban por locos, era muy complicado y sigue siendo la gente está ciega y sorda.
    Eso es lo qué querían y lo han conseguido, tristemente!
    Gracias por toda esta información!!

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