Por la mañana visitamos algunos de los lugares más icónicos de Kioto, como el Kin-Ka-Ku-Ji.
Después, nos despedimos de Kamura y abandonamos la ciudad para pasar la que será la noche más relajada de todo el viaje.
A las 16:30 llegamos a un pueblo inolvidable en el que estaban esperándonos en la estación para guiarnos hasta nuestro lujoso alojamiento pero, por mucha imaginación que tengamos, nunca habríamos podido imaginar el recibimiento, que no olvidaremos jamás: una alegres chicas vestidas con kimono y un conductor nos esperaban con un cartelito en la estación.
Mientras el conductor se avalanza a cogernos las mochilas con un gesto de total entrega, una de las chicas, la que parece saber algo de inglés, se dirige a nosotros y nos dice que la sigamos. Nos conduce andando por el pueblo (sin duda, para que podamos conocer ese precioso pueblecito) mientras nos comenta que están en fiestas, que duran dos días y que éste, el 15, es el segundo y más importante. También va comentando aspectos de la tradición de esa zona de Japón.
Al llegar al lugar en que alojarnos, el recibimiento es igual al de un presidente de gobierno: unas diez personas nos conducen al interior mientras hacen reverencias y nos indican lo que debemos hacer.
Luego, tras los saludos y el check-in en el que la encargada nos confirma que nuestra reserva es de la habitación más lujosa del establecimiento, una de las chicas del edificio nos conduce a nuestra habitación, la más cara (en yenes, más de cinco cifras la noche) que incluye baño privado al aire libre y una habitación de más de 30m2, además de una lista interminable de lujos. El resto del relato, lo guardo para nosotros…