En parte de forma accidental y en parte de forma querida, hemos ido a parar al barrio más peligroso de la ciudad de Filadelfia.
Con tan solo cruzar una avenida, hemos ido a parar a un barrio que, inmediatamente, nos ha recordado la parte más peligrosa del sur del Bronx neoyorkino.
El aspecto del barrio era desolador: casas semi ruinosas se mezclaban con otras que parecían tener inquilinos, aunque su aspecto también era lamentable (ventanas tapadas con listones de madera, desconchones en las paredes, puertas metálicas oxidadas, etc).
Solo se advertía la presencia de algunas personas de raza negra, la mayor parte de las veces, sentadas en las escaleras de entrada a las casas.
Los muros laterales de algunos edificios lucían graffitis de extraordinario tamaño (aunque en realidad, ya hemos visto que esta costumbre de vestir algunos edificios con graffitis es típica de toda Filadelfia).
Inmediatamente, en cuanto hemos llegado a un destartalado semáforo «en medio de la nada» que se ha puesto en rojo, he cerrado las puertas del coche con seguro porque el ambiente se me antojaba crecientemente peligroso.
En algún momento del tenso paseo en coche, nos hemos equivocado al girar y elegir un camino y hemos ido a parar a un camino casi sin asfaltar que transcurría por una zona especialmente deprimida, de aspecto similar a los barrios de chabolas españoles, donde unos afroamericanos se nos han quedado mirando como extrañados de que dos personas de raza blanca y con un coche nuevo estuvieran por allí.
No he podido aguantar más y he hecho un pequeño trompo para salir por donde hemos entrado. No era momento de pararse a hacer fotos.
De nuevo ya en una de las calles de relativo mejor aspecto, de repente hemos visto que detrás de nosotros un coche de policía encendía las luces de la sirena y la hacía sonar levemente, girando después a la izquierda para meterse en un callejón de casas unifamiliares.
Como mi curiosidad es siempre mayor que mi recato, le he seguido para ver qué sucedía.
Hemos llegado a una casa en la que algunas personas estaban a la puerta con aspecto preocupado mientras una señora lloraba y gritaba. Hemos supuesto que se trataba de algún homicidio nada más que hemos visto llegar más coches (en apenas unos pocos segundos) así que, como no nos apetecía ser llamados a testificar, nos hemos largado deprisa pero despacio del lugar del crimen (eso sí, mirando el retrovisor todo el tiempo para asegurarnos de que no nos seguía la poli).
¡ Bonito ambiente, sí señor !
Me gusto tu final Muy cachondo!!! Jajajaj