Ayer por la tarde vimos una película que no esperábamos que fuera tan interesante.
Decidimos ver «Al Límite de la Verdad» («Changing Lanes«, 2002), una película de la que no sabíamos nada, excepto el reparto. De hecho, pensábamos que era de temática judicial. Nada más lejos de la realidad.
Sinopsis
Gavin Banek (Ben Affleck), un talentoso y joven abogado que posee una vida de triunfos y tranquilidad, debe acudir a un juicio en el que defenderá una operación de muchos millones de dólares, con visos de ilegal. Para ello, debe presentar unos documentos exculpatorios una mañana lluviosa en Nueva York.
Esa misma mañana, Doyle Gipson (Samuel L. Jackson), afroamericano de clase media-baja que intenta vencer su problema de alcoholismo, debe presentarse en los juzgados para intentar que su ex mujer no se quede con la custodia de sus hijos.
Los destinos de Gavin y Doyle se cruzan en el momento en que los coches de ambos chocan en una autovía. Las prisas y los nervios de Gavin inician una reacción en cadena de sucesos que arrastrará a ambos personajes a una espiral de violencia en la que ambos sacarán a relucir su lado más oscuro y cruel.
Hasta ese accidente, no se conocían de nada; pero, a partir de entonces, solo soñarán con destruirse el uno al otro, a pesar de que, en el fondo, ambos son buenas personas, con buenos sentimientos, con decencia y misericordia.
Aparentemente Banek y Gipson son hombres muy distintos: uno lucha por llegar a la cima en su trabajo y el otro lucha desesperadamente por salir del agujero en el que se encuentra. Pero un accidente sin importancia llevará a estos dos extraños al borde de la autodestrucción y demostrará que la ira nos convierte a todos en iguales.
Al límite de lo que una persona puede soportar
«Al Límite de la Verdad« (por cierto, otra estúpida traducción de título típica de las estúpidas distribuidoras españolas) recuerda a «Un día de furia« (1993), de Joel Schumacher, en cuanto a la manera en que las circunstancias de la vida diaria colocan a una persona, aparentemente afable y normal, al límite del delito, en un afán por sobrevivir a una serie de sucesos infaustos.
En ambos films el azar pone a las personas a prueba, convirtiendo su comportamiento en irracional, extraño y violento, como si se dejaran llevar de una fuerza incontrolable de su propio destino.
No obstante, como ya sucedía en películas como «Te puede pasar a ti«, el director decide contraponer la imagen de Nueva York como la de una gran urbe llena de personas anónimas sin sentimientos, con la esperanza de que, en el fondo, todos alberguen humanidad y buenos sentimientos.
Reparto de lujo
En esta película, de la que desconocíamos su existencia hasta ahora, sorprende el elenco de actores.
En general, las críticas hacia Ben Affleck son bastante negativas, aunque pensamos que realiza un trabajo bastante decente.
Samuel L. Jackson, en su papel de irascible negro, nos ha recordado al Zeus de «La Jungla III«. El papel le va como un guante.
William Hurt y Toni Collete le dan al film un aire más profundo, como de cine independiente.
Reflexión sobre la condición humana
El ritmo de la narración es bastante inconstante y demasiado lento en casi todo el metraje, acelerándose, sin motivo, en los últimos veinte minutos. Quizás tenía que ser así…
En resumen, una película interesante y recomendable, para hacernos pensar sobre la condición humana.
¿He dicho ya que añoro las tardes lluviosas de Nueva York?