Ayer por la noche vimos otra de cine negro.


Dos asesinos, Charlie (Lee Marvin) y Lee, reciben el encargo anónimo de acabar con la vida de Johnny North (John Cassavetes), un antiguo piloto de carreras que, a pesar de ser alertado de que va a ser asesinado, prefiere no huir de su terrible destino.
La pasividad de la víctima ante la muerte mueve la curiosidad de Charlie, que decide investigar.
De ritmo más lento que «A Quemarropa» y con apenas ningún alarde técnico o creativo por parte del director, estamos ante una película que no ha tenido un buen envejecer.
No es que se trate de una mala película, pero desde luego, el ritmo y la técnica parecen esta a años luz de películas que se rodaron un par de años más tarde.
A pesar de las limitaciones técnicas, el director se esforzó por innovar, como puede verse en las escenas rodadas desde un helicóptero, que debieron suponer toda una proeza en aquella época .
Por otro lado, el director hace uso del recurso a los flashbacks, lo que daría algo más de ritmo al film, si no fuera porque acaban siendo más largos y pesados que la propia narración principal.
Sin duda, esta película ha debido ser toda una influencia para Quentin Tarantino: matones a sueldo vestidos con traje negro y de carácter frío y profesional que gustan de conversar mientras realizan su trabajo.
De hecho, algunas escenas, como la escena final, nos recuerdan demasiado a películas como «Reservoir Dogs«.
Aunque, si algo llama poderosamente la atención en esta película es el reparto.

También podemos ver en el film a la conocida estrella de televisión, Claude Akins, famoso por, entre otras, la serie «Las desventuras del Sheriff Lobo«.

En resumen, se trata de una película que merece la pena ver más por el reparto que por el argumento y la dirección.
Eso sí, la sensación que se tiene al verla es como la de estar en un museo del cine.










