Ayer por la noche nos decidimos a ver una road movie de intriga.
«Carretera al Infierno» («The Hitcher«, 1986) es una película a medio camino entre el psychothriller (vamos, una de intriga con un tarado) y una road movie.
Sinopsis
El joven Jim Hasley (C. Thomas Howell) tiene el encargo de llevar conduciendo un cadillac desde su ciudad, Chicago, hasta San Diego (California).
En su camino, una noche lluviosa y especialmente oscura, se detiene a recoger a un autoestopista, John Ryder (Rutger Hauer).
El autoestopista comienza a comportarse de manera agresiva, amenazando a Jim mientras le cuenta que es un asesino y le narra algunas de las atrocidades que acaba de cometer.
El chico consigue librarse de él tirando del coche en marcha, lo que hace que se confíe pensando que lo ha dejado atrás.
Pero no es así, y a partir de este momento comienza un macabro juego del gato y el ratón.
Un film de culto
Estamos ante una cinta considerada de culto.
Realmente, a nosotros no nos ha parecido tan memorable, aunque hemos de reconocer que es bastante poco predecible, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de una película rodada en plena década de los ’80, una década donde precisamente el cine se movía por unos determinados clichés (buenos muy buenos, malos muy malos, héroes muy duros, sexo gratuito y chistes malos).
Rutger Hauer
Por debajo subyace una lección importante: no recojas a autoestopistas; sobre todo si se trata de Rutger Hauer, el replicante más malote y duro con el que tuvo que enfrentarse Harrison Ford en Blade Runner.
Este personaje comienza siendo un enigma y, a lo largo de las casi dos horas de metraje, cada vez se vuelve más inquietante.
Para colmo, parece como si el depravado asesino necesitara del protagonista para subsistir, para encontrar un significado a su existencia.
Recorrer en coche los Estados Unidos en los ’80
En lo referente al rodaje, la película se sitúa en diversas localizaciones desérticas; carreteras olvidadas de lugares que parece que no existan en los mapas. Quizás, un motivo mas para que, en los ’80, todos pensáramos que recorrer Estados Unidos en coche era una locura.